Rarámuri de 70 años fabrica natépares-fajas y las vende directamente en Guachochi.
* Compra lana de borrega a los serranos y estambre para trabajar
* Antes hacía cobijas de lana, una tradición que se esta perdiendo
* Jóvenes emprenden rescate de elaboración de artesanías
* No se valora el trabajo artesanal de los rarámuris
Gabriel Valencia Juárez
Guachochi, Chih.- A sus 70 años de edad, doña María Aniceta Moreno del ejido de Samachike, una mukira-mujer rarámuri que no habla español, es un ejemplo de tenacidad y sobrevivencia en la elaboración de natépares-fajas de lana de borregas y estambre que vende directamente en comunidades de la región serrana, principalmente en Guachochi: “la capital de la Sierra Tarahumara”.
Cada semana María Aniceta Moreno se traslada a bordo del “camión rojo” -procedente de Creel, Bocoyna-, de Samachike -Lugar Húmedo en rarámuri- a Guachochi, cargando en una bolsa de hule sus natépares, grandes, medianos y chicos que vende entre sus amistades y conocidos a 30, 100, 150 y 200 pesos.
El precio de $200.00 es de las natepares hechas a mano de lana de borrega toda vez es más tardada y su complicada su elaboración. Tarda más de una semana en confeccionarlas. Los comerciantes locales, como Chano Chaparro, las compran a precios de miseria y las venden al doble o triple del precio original.
Doña María Aniceta Moreno, vestida con sus vestimentas tradicionales y huaraches, camina recta a pesar de su avanzada edad por las calles de Guachochi, en compañía de alguna de sus hijas o amigas, ya que “no ve bien” desde hace varios años.
De acuerdo a su hija Candelaria García Moreno de 43 años, quien es su guía y traductora, indicó que su madre elabora natépares “desde chiquilla” y que en la actualidad, padece de la vista; por ello ya no hace más fajas ni wares-canastos, ni cobijas de lana por su avanzada edad.
Para elaborar los natépares auténticos, doña María Aniceta, visita algunas rancherías y comunidades indígenas de la región de Samachike para comprar lana de borrega y procesarla, transformarla en hilos delgados de colores blanco y negro y bordarlos hasta lograr el natépare de 2 metros de largo, expuso Candelaria García.
Respecto a la elaboración de los natépares de colores, según explicó la directora del Museo Norawa de Guachochi, María Atocha Loya, los rarámuiris las hacen con estambres que compran en las ciudades; sin embargo, añadió, es un trabajo complicado por la combinación de dibujos y decorados que tejen a mano donde invierten mucho tiempo.
Para forjar un natépare auténtico, explicó la maestra Loya Loera, las indígenas duran hasta una semana o más días por lo complicado del bordado. En cuanto a las fajas de colores, las bordadoras invierten de dos a tres días o más, según lo largo de la faja, las decoraciones y los dibujos que les pongan.
El tiempo y el trabajo invertido por los artesanos no son valorados por los comerciantes que les compran a precios de miseria, resaltó la directora del Museo Norawa. Tal es el caso del comerciante Chano Chaparro que estafa a los indígenas de la región, como se ha denunciado en varios ocasiones, ello debido a que no hay centros de acopios de artesanías que compren a los rarámuris al contado y a buen precio.
Doña María Aniceta quien se comunica con el mundo chabochi-mestizo mediante señas o traducción de sus palabras mediante otras personas, trabajaba antes cobijas de lana de borrega -muy cotizadas en el mercado- y wares-canastos; sin embargo, desde que se murió su esposo Armando García hace 6 años, dejó de elaborarlos, además de que “ya no ve muy bien”, dijo su hija Candelaria García
Finalmente, la Asociación para el Bienestar del Alumno –ABA-, elaboró un proyecto cultural que presentó al PACMYC para rescatar las tradiciones artesanales de los indígenas. El proyecto tiene la finalidad de hacer fajas-natépares, morrales y pulseras con estambre, indicó José Montenegro, dirigente de ABA en Guachochi.
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