Inápuchi, una comunidad indígenas “descubierta” este año por autoridades gubernamentales
• Tiene más 300 años de existencia y no tienes ningún servicio público
• CDI, CET, Municipio, SSA-SES, IMSS, SEP, CFE, desconocen pueblos indígenas
• No asistió directores de la CDI y la radio XETAR, La Voz de Sierra al evento
Gabriel Valencia Juárez
Inápuchi, ejido de Aboreachi, Guachochi, Chih.- Con una existencia de 300 años, esta comunidad tarahumara compuesta por 25 casas dispersas y una población de 125 habitantes, aproximadamente, no tiene ningún servicio público. Faltan escuelas, clínicas, luz eléctrica, agua potable e iglesia. Los alimentos y medicinas son escasos lo que provoca mortandad infantil desde hace muchos años en esta localidad que no está contemplada en los planes, ni programas de las instituciones públicas de los tres niveles de gobierno.
Sobresale en gran dimensión: la desnutrición, la hambruna y la mortandad infantil. La pobreza en su máxima expresión esta “a flor de tierra”. La insalubridad y la ignorancia es inocultable, y el desconocimiento de la existencia de instituciones indigenistas que apoyan a los indígenas, las ignoran como la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas -CDI-, la Coordinación Estatal de la Tarahumara-CET-, la Secretaría de Educación Pública –SEP/SEECH-, la CFE, el Instituto Mexicano del Seguro Social –IMSS- y la Secretaría de Asistencia y Salud-SES-.
En suma: los habitantes de esta comunidad rarámuri, no conocen a maestros, ni a doctores, ni a sacerdotes, como se observó durante la entrega del camino de 15 kilómetros, abierto por la presidencia Municipal, entre bosques, ríos y lomos de barrancas, que permitirá la comunicación de esta comunidad con Aboreachi y Guachochi, para el traslado de enfermos y “ya no se mueran a medio camino, porque antes se trasladaban en la espalda o a burro. Se morían por falta de carretera y medicinas”, apuntó Javier Armendáriz Carrillo, presidente del comisariado ejidal de Aboreachi forestal, un ejido con 520 ejidatarios.
Esta aldea cien por ciento indígena rarámuri, que aún guarda sus tradiciones ancestrales y su sencillez original “no contaminada” por la cultura chabochi/mestiza, fue “descubierta”, como algo insólito, meses atrás por las autoridades gubernamentales, como en su época, el antropólogo noruego, Carl Lumholtz, hace 120 años, descubrió en sus exploraciones por la Sierra Madre de Chihuahua, comunidades dispersas de indígenas tarahumaras, tepehuanos y pimas en 1890, de acuerdo a su libro El México Desconocido, tomo I. (Tercera edición, 2006. CDI, México, D.F).
La comunidad de Inápuchi –lugar de Meseta o plano-, esta sobre una extensa meseta y colinda con profundas barrancas a su alrededor. En una de ellas, las aguas permanentes serpentean por el Río Tónachi, naciente en la Ciénaga de San Miguel, Guachochi, y en su larga travesía por la Sierra Tarahumara, se convierte en Río Batopilas, que desemboca en el río Fuerte de Sinaloa hasta el Mar de Cortez.
El nombre de Inápuchi, al igual que Reinarachi, Rayagó, Warárare, Rajugachi, Charerachi, localidades ubicadas en el extenso ejido de Aboreachi, con una gran riqueza forestal, donde viven los indígenas en la miseria, solo es conocido de “oídas” por algunos funcionarios serranos mestizos/chabochis, pero no saben donde están ubicadas para apoyarlas. ¿Dónde está la Comisión Nacional para los Pueblos Indígenas –CDI, ex INI- a la cual se invitó a sus funcionarios a que asistieran? Tiene olvidados a estos indígenas, expresó el comisariado ejidal de Aboreachi, Javier Armendáriz.
“No se necesita ir a África o a Oaxaca para ver la extrema pobreza. Aquí hay hambruna y mortandad de niños”, preciso el comisariado ejidal en la inauguración del camino de terracería de 15 kilómetros que abrió la presidencia municipal apenas en junio de 2010, en el entronque al balneario de Agua Caliente. En el evento y ritual se entregaron láminas, madera, tela y despensas por parte de la Coordinación Estatal de la Tarahumara, la presidencia Municipal y el ejido. Solo falto la CDI y la radio indigenista a las cuales fueron invitados con anticipación por el alcalde Martín Solís Reyes.
En la ceremonia de los indígenas que guardan la originalidad de su cultura y tradicionales ancestrales, como las relatadas por Carl Lumholtz en libro citado (página 330), se observó a niñas-tewes y niños-towis con moscas en sus pequeñas caras, chupando dulces con sus manitas sucias. La mayoría de las niñas-tewes y niños-towis que se atisbaron con sus cabellos despeinados o a rapa, todos descalzos, expresan su inocencia en sus rostros y ojos de esperanza que ocultan la tragedia de su frágil existencia marginal. Solo sus padres y madres tienen huaraches y zapatos de hule con sus respectivos trajes tradicionales hechos de manta multicolor.
Aún cuando no se sabe con exactitud el año de fundación del pueblo de Inápuchi, Miguel García Chávez, indígena alfabetizador “que terminó la secundaría”, y conocedor de la cultura de su raza de esta región, se aventuro a señalar que “tiene como más de 300 años. Todavía hay gente –gentiles como antes- sin nombre y viven en cuevas, y son considerados ‘cerreros’, que o esta civilizados porque se esconden de la gente chabochi. Ellos viven en las barrancas, cerca de aquí, en estado salvaje y se comen el pescado crudo que atrapan en el río”; son como “tarahumaras paganos”, según la descripción hace 120 años del antropólogo Lumholtz.
“Pedimos con la danza y la jícara”
En cada fiesta y ritual a la vez, como la celebrada el pasado 27 de agosto, en esta bella-semati comunidad por su entorno natural; sus grandes peñascos o tónachis –pilares- cubiertos por penachos verdes, pulidos por el tiempo y donde los siglos pasan y no cuentan, y sobre todo, sus habitantes, fue para agradecer a Onoruami-Dios por la lluvia, el maíz, el fríjol y la “petición para estar seguros de comer y de todo género de daños a los hombres, a los animales y a las cosechas”.
Danzaron separados hombres-rejoy y mujeres-tewekes, alegres al ritmo de la música amenizada por violines, una guitarra y sonajas, bebiendo teswino –licor fermentado de maíz-. El baile –rutuburi y yumari- lo hicieron, como es la tradicional, al aíre libre “para que el Padre Sol y la Madre Luna vean los esfuerzos que hacen sus hijos por agradecerle”.
Las sonajas las levantan de dos a tres minutos al aire en dirección a los 4 puntos cardinales “para llamar la atención de los dioses con el ruido de los instrumentos”, relata Carl Lumholtz –pág. 330- en El México Desconocido, y que en la actualidad lo realizan en algunas comunidades indígenas, que no han sido “contaminados” por la influencia de la cultura negativa de los mestizos/chabochis, lo que está provocando la perdida de las tradiciones culturales de los tarahumaras, dijo por su parte el alcalde saliente Martí Solís Reyes, quien reconoció que desconocía la existencia de Inápuchi, hasta hace poco.
“En otras muchas parte de México, a menudo me dejaba estupefacto la ignorancia de los agricultores mexicanos (mestizos/chabochis) acerca de los indios que vivían en sus puertas. Salvo ciertos especialistas distinguidos, aun los mexicanos inteligentes saben muy poco de las costumbres, y muchos menos de las creencias de los aborígenes. En lo que mira a los paganos de las barrancas, no pude adquirir noticias de la certidumbre del general desprecio que se les tiene por salvajes, bravos y broncos”. (Pág. 122-124).
En este marco antropológico, el historiador Fernando Benítez en de sus libros, Los indios de México, Viaje a la Tarahumara, precisa: “En las extensas páginas se documenta sobre todo la miseria y la indefensión atroces que padecen los tarahumaras en su reducto de la Sierra de Chihuahua. Esos hombres y mujeres, sin embargo, han conservado una cultura propia, una visión del mundo, una sabiduría –como se prefiera-.” Ediciones Era, 1999. México, D.F).
CONAFE enviara maestro indígena; “se arrimaran más niños”
En virtud de la falta de maestros y escuela en Inápuchi, el coordinador de la Comisión Nacional para el Fomento Educativo –CONAFE-, Víctor Cásares, se comprometió a trasladar un maestro o maestra indígena a esta aldea para que a principios de septiembre, se organicen e inicien clases ya que hay bastantes niños y jóvenes en edad de estudiar. En el evento se acordó con los gobernadores indígenas, entre ellos, José Manuel Inápuchi de “70 y algo de años”. El nuevo profesor será apoyado con hospedaje y comida por la comunidad, que en ese mismo momento se acordó ante las autoridades presentes.
Finalmente, regidores, funcionarios, niños y gobernadores indígenas, se trasladaron en medio de campos de milpas con elotes, a observar los barrancos de la Sierra, en la orilla de Inápuchi. Desde esa vista panorámica, se atisba la carretera serpenteada sobre montañas, de Creel, Bocoyna al pueblo histórico de Batopilas. “Atrás de esa montaña, estás La Bufa, y más allá, Kírare” del municipio de Batopilas, Chihuahua.
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