martes, 17 de junio de 2008

Viaje fugaz a la “Otra Sierra” guadacalvicense
El edil Ramón Mendivil en medio de los directores de Asuntos Indígenas
de Guachochi y Gpe. y Calvo, Juan José María Cruz y Marcela Rodríguez.
El director de Asuntos Indígenas, detrás de la Sierra de Guérachi

Iván, campesino serrano transitaba por la carretera de Guérachi

Mujeres tepehuanas en la Otra Sierra

Yunta conducida por don Pablo Cano de 69 años

* En 13 horas y media se recorrieron 502 kilómetros entre llanuras, montañas, veredas y ríos
* Bellos paisajes en el lomo verde al sur de la Sierra Tarahumara
* “La lucha es vivir, y para vivir hay que trabajar”: campesino de El Nopal
* Conejos –rowí- y ardillas -chimolí- atraviesan los caminos sorpresivamente


Gabriel Valencia Juárez

Guachochi-Gpe.y Calvo-Baborigame-Guérachi., Chih.- Un paraíso compuesto por ranchos de mestizos y comunidades indígenas tepehuanos, ríos diáfanos que se precipitan por el lecho de piedras y viajan por riberas, árboles altos y gruesos como columnas, montañas gigantes con sus grandes penachos verdes y alfombras de hojarasca, llanuras espléndidas, tierras barbechadas por yuntas de bueyes o caballos, y sobre todo, la gentileza de sus habitantes, es considera esta zona poco explorada y explotada de forma turística; un circuito de 502 kilómetros que conserva el ambiente natural –flora y fauna- al sur del estado de Chihuahua.
En 13 horas y media, en el lapso de dos días, a bordo de una camioneta Nissan –la Makawi (paloma) gris- con doble tracción, viajamos en compañía del regidor de Asuntos Indígenas de Guachochi, el rarámuri Juan José María Cruz Nakasórachi, 502 kilómetros de camino que componen este circuito serrano: 331 kilómetros pavimentados de Guachochi a Guadalupe y Calvo –pasando por Balleza y el Vergel-, recorridos en 6 horas; y 171 kilómetros de terracería atravesados en 7 horas y media de Guadalupe y Calvo -ruta Baborigame, río Guérachi- rumbo a Guachochi.
Esta última senda montañosa, es el gran corredor turístico desconocido e inexplorado en la Sierra Tarahumara de Chihuahua, en donde a cada momento brincan o corren conejos –rowís- y ardillas –chimolís-, como se atisbó en la travesía por esa región sur del Estado, además de ver casas campiranas e indígenas serranas de adobe, tejaban y láminas, cementerios a un costado de la carretera, corrales de vacas, burros, borregas, chivas o caballos, yuntas arando la tierra, y sobre todo, la interminable belleza de las montañas boscosas, tapizadas de hojarascas mezcladas de millones de agujas cafés bajó árboles, algunos gigantes.
En el transcurso del viaje y en la estancia de 24 horas para reportear un evento indígena el pasado 28 y 29 de mayo, en el pueblo de Guadalupe y Calvo –que “está sobre túneles mineros”-, se vio una actividad forestal, agrícola, ganadera, minera, cultural y comercial permanente. Esta región boscosa de este municipio lejano, que “a pesar del saqueo de pinos, hay buen bosque en comparación a otros municipios”, como expresó el alcalde Ramón Mendivil, se atisba su majestuosa frondosidad por sus diversos atractivos naturales durante las cuatro estaciones del año, entre ellos el Cerro Mohinora, el pico montañoso mas encumbrado de Chihuahua con una altura de 3, 300 metros sobre el nivel del mar y que puede atisbarse desde Guachochi.
En el viaje de Guachochi, con salida a las 7:30 de la mañana y llegada a Guadalupe y Calvo a la 1 de la tarde, por la carretera de atisbaron algunos hoyancos y señalamientos doblados que no han sido reparados por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes- SCyT-. A las 9 a.m. pasamos por el pueblo de Balleza y las 10 de la mañana arribamos a Puerto Justo del estado de Durango; un pueblo de paso, lleno de licorerías y sin baños públicos y donde hay un retén de revisión militar permanente.
A las 11 y media de la mañana transitamos por El Vergel, municipio de Balleza, para arribar a Guadalupe y Calvo a las 13 horas, aproximadamente. Este pueblo pintoresco está ubicado sobre rocas gigantes –y bajo túneles de minas- a lo largo de la ribera del río del mismo nombre –parecido al Batopilas- con calles angostas y empinadas y con dos semáforos que controlan el tránsito vehicular. Su plaza y edificio municipal, son admirables piezas arquitectónicas típicas de la Sierra. Sus casas antiguas y su gran Museo Cultural, antes Casa de la Moneda, y desde luego, sus bellas sematis mujeres, son parte del panorama serrano que se observó.
Tras entrevistar al alcalde Ramón Mendivil y a la directora de Asuntos Indígenas, Marcela Rodríguez, Juan José María Cruz Nakasórachi, quien iba representando a los pueblos indígenas y alcalde de Guachochi, Martín Solís Reyes, en el evento de entrega del terreno ceremonial de los tepehuanos y rarámuris por parte del municipio, nos trasladamos a La Hacienda, una mina “que dio mucho oro” y que en la actualidad está siendo explorada por una compañía canadiense, ya que “las vetas todavía tienen mucho que ruñirle”, según dijo el edil de Guadalupe y Calvo. Todo mundo tiene puestos los ojos y la esperanza sobre estas minas, ya que puede generar cientos de empleos, de 800 a mil, según cálculos extraoficiales.
Al día siguiente, jueves 29 a las 12 del día, después de cubrir la entrega del terreno ubicado en lo alto de una planicie para que los indígenas celebren sus actividades, a donde asistieron las autoridades tradicionales, municipales y eclesiásticas, meter al taller mecánico la camioneta y cargar gasolina, salimos a las 2 y media de la tarde rumbo a Baborigame, pueblo habitado por 3 mil habitantes, aproximadamente, principalmente por tepehuanos.
A las 3 y media, en el rancho El Nopal, nos encontramos con don Pablo Cano de 69 años de edad, quien conducía una yunta de bueyes que araba unas tierras junto a un arroyo. En entrevista relámpago nos dijo unas sabias palabras: “La lucha es vivir, y para vivir hay que trabajar”. Nos despedimos con la promesa de entregarle una fotografía en la próxima vuelta por ese rumbo maravilloso.
3:30 hora. A esta hora nos paró Francisco Gutiérrez a la altura del rancho Cacastle a ofrecernos empanadas y le compramos. A corta distancias estaban tres mujeres tepehuanos que nos pidieron aventón y las llevamos, una de ellas, Teresa, gobernadora de El Pinito, reconoció a Juan José María en una reunión en Guachochi. Media hora después bajaron en medio del bosque con rumbo desconocido.
A Llano Grande, pueblo enclavado entre montañas y llanos, llegamos a las 4 con 10 minutos. En ese trayecto vimos dos cementerios a la orilla del camino. La velocidad máxima es de 60-70 kilómetros, y en algunos tramos a menos velocidad, por lo quebrantado del camino. EL arribo a Baborigame fue a las 5:30 horas. Pasamos sin parar, ya que por comida y agua, no faltaba –carne seca, pinole, chicharrones, fruta-. A las 6 de la tarde José Juan María Cruz, cortó en el bosque frondoso corteza de madroño ya que es bueno para combatir la diabetes, según su experiencia adquirida por sus antepasados, ya que él es médico tradicional. Se veían grandes árboles gigantes en ese lugar.
Cruzando el pueblo de Palos Muertos, situado debajo de la carretera, en un llano rodeado de montes, y pasando La Parida, rancho que limita la región montañosa con las barrancas de Guérachi, nos encontramos en el camino a Iván, un joven campesino que montaba un mulo blanco y arreaba una mula café. Nos dijo que venía de Guachochi y que había salido a las 9 de la mañana, siguiendo el camino de herradura de Barbechitos, situado por las barrancas. En esta parte de la Sierra, se inicia la zona subtropical de la Sierra, por lo que se conduce con precaución y con la doble tracción para que los frenos no se gasten, “porque sino llegamos sin balatas al río”, como le comente a Juan José María, quien iba fascinado como un niño atisbando los paisajes serranos. “Nunca había andado por aquí”, dijo.
A las 8 de la noche cruzamos el gran Río Guérachi. Se alcanzaron a ver sus aguas cristalinas y el rugir de su corriente. Subimos sin ningún problema. En una cascada oculta en el camino, paramos para cargar “agua bendita” para beber y para el motor. A lo lejos se veían las diminutas luces de la “Otra Sierra” que horas antes habíamos cruzado de día. A las 9:50 horas, un retén militar nos paró en plena oscuridad boscosa a preguntarnos quienes éramos, de donde veíamos y a donde íbamos. -Periodistas y venimos desde Guadalupe y Calvo, respondí.
– ¿Y esa señora quien es?-, dijo el militar, refiriéndose a Juan José María Cruz, quien siempre va vestido con su zapeta, collera, camisa de manta y huaraches, sin ninguna vergüenza, su traje típico rarámuri, a lo cual respondimos: -No es “señora”; es el director de Asuntos Indígenas del Ayuntamiento de Guachochi.- A perdón-, se disculpó el soldado. A las 10 de la noche arribamos a Guachochi, después de 7 y media horas de viaje por la Otra Banda o La Sierra de Guadalupe y Calvo.

No hay comentarios: